Experiencia personal

Aclaración: hay muchos detalles de la experiencia con la planta que no puedo contarlos porque están asociados a cuestiones de mi fuero interno que aún están en proceso de resolución y que tampoco terminó de intuirlos con algo de claridad. Espero poder al menos procesarlos antes de morir.


Sesión 1
La primera vez que tomé ayahuasca fue casi de casualidad. Había sido invitado por unos amigos que tenían una casa de terapias alternativas en Lima. En esa época era vegetariano. Mis amigos, una pareja conformada por un peruano y una holandesa, habían invitado también a casa a un chamán ayahuasquero. Él les iba a celebrar una ceremonia con la planta. Me contaron lo que iba a suceder y me preguntaron si quería participar. Me dijeron que, por mi tipo de alimentación, no debería haber ningún problema al consumir la planta. No obstante, cada chamán cuenta con que el que tome la ayahuasca cumpla con ciertos requisitos. Por lo general, piden que casi no se haya comido ni tenido sexo algunos días antes. La planta, sospecho, es una amante celosa que no admite la satisfacción de algunas necesidades vitales como son la sexualidad y la alimentación. Creo que esto ocurre porque sus efectos transitan por la necesidad más básica humana: la valentía para aceptar la propia identidad con sus miserias y sus luces.

Comenzamos a tomar la planta los cuatro y, como no sabía muy bien en qué me estaba metiendo, no me dio tiempo ni para tener miedo, a pesar de que había escuchado historias acerca de personas que se habían muerto luego de consumir la planta. Debido a lo escéptico que soy (o era), los primeros veinte minutos -que son los que toma la planta aproximadamente para producir sus efectos- pensaba que habían sido un engaño todas esas historias. Pero todo cambió cuando recogí la mano hacia la boca para fumar el cigarro que tenía encendido y vi algo que nunca olvidaré. Minutos previos a sentir los efectos de la planta jugaba con el cigarro moviéndolo para crear círculos con el humo que produce. Ese humo, de pronto, se convirtió en un aro de fuego continuo que no se detenía y flotaba a mi alrededor. Comenzó a moverse hasta que se puso frente a mi rostro; de allí salió un puma negro que saltó y se introdujo en mi cuerpo. Luego de eso, sentí el poder de una fuerza que me rezongaba por subestimar cada cosa del mundo. Ese poder era una voz. Después, el puma salió por mi boca; ya fuera me empujó; caí echado, mientras el animal rugía y babeaba en mi rostro; me miraba como si fuera su presa. Mis recuerdos infantiles comenzaron a mezclarse con pececitos de colores que recorrían mi cuerpo como si fuera un río. Aquello me llevó a una escena de mi niñez: un recorrido por el río Ucayali con papá en su lancha. Recuerdo haber visto unos peces en la lancha y en ellos vi mi cuerpo atravesado por pececitos multicolores, lo que me produjo una felicidad nunca sentida antes. Sentí que la planta esa vez me perdonó mi falta de respeto hacia ella, porque nunca me había sentido tan vulnerable. Sentí que si la planta quería, me podía matar o algo peor: ofrecerme quedarme en trance durante toda mi vida. Me decía si crees que la vida es tan miserable, por qué no te quedas aquí. Y mientras yo dudaba entre aceptar o no su ofrecimiento, ella misma me arrojó a la realidad.

Al sentir que los efectos se diluían me abracé mientras lloraba y me perdonaba como ser humano. La lágrimas no dejaban de salir. El chamán se me acercó en ese momento y me dijo "hoy tuviste suerte, la planta fue amable contigo, no lo esperes la siguiente vez". No entendí en ese momento lo que me trataba de decir (lo entendí la segunda vez que tomé la planta). Caminé a casa en la madrugada por las calles vacías saltando de alegría, sonriendo y aún con lágrimas que brotaban y se diluían en mi rostro. Llegué a casa y dormí por dieciséis horas. No tuve sueños ni sensaciones. ¿Tal vez estuve muerto esas dieciséis horas? Honestamente, no lo sé.    


Intersticio borgiano
Como señala Gabriela Wiener el Aleph de Jorge Luis Borges parece la descripción de una visión de ayahuasca. Coloco el fragmento que de forma más evidente sugiere un "viaje mental" producto de los efectos de la planta:

"En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos). Era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olviaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas, y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo"


Sesión 2 
La segunda vez que tomé ayahuasca fue en la misma casa de los amigos mencionados en la primera crónica. Esta vez había mucha gente en la casa de terapias alternativas. Llegué y me asusté pues pensé qué vergüenza que todos estos escuchen o se den cuenta de todo lo que sentí la última vez. Pagaría terriblemente luego el tener esta tontísima idea producto de este ejercicio ególatra humano de pensar siempre en los otros en tanto nosotros (del que por cierto están libres muy pocos).

A veces los seres humanos somos tan patéticos (ya estoy bastante convencido de esto) que incluso esta práctica de interrelación con el otro la tenemos cuando creemos que somos caritativos. Como dice González Faus, teólogo vasco brillante entre los brillantes, en su texto Acceso a Dios, el hombre tiene "esa insólita tentación de masturbarse con el dolor del ajeno" (1979: p. 107). Es  decir, cuando ayuda a otro lo suele realizar concentrado en la admiración de su acción caritativa y en segunda lugar deja la pasión por el dolor del otro, en otras palabras el hecho diáfano en sí de ayudar a que este dolor del otro desaparezca.

Me senté en el mismo lugar de la primera vez, y el chamán se me acercó y me dijo sonriendo "estás muy valiente hoy". Ni idea hasta ese momento qué trataba de decirme. Las personas que nunca habían consumido antes la planta conversaban relajadamente (no sabían qué les esperaría) y las que ya tenían experiencia con ella estaban con rostros que iban desde la preocupación hasta el terror más abisal, estas últimas personas estaban también sentadas en un rincón sin hablar una con otra. Yo pensaba ¿cuál sería la motivación de estas para tomar algo que les producía esas sensaciones?

Comenzó la ceremonia, el chamán cantó los ícaros. Nos sumergimos en los efectos de la planta. Esta vez ella no esperó ni diez minutos para introducirnos en su sabiduría. Sin darme cuenta, ya estaba sobre una montaña empinada y las demás personas que habían comenzado la ceremonia conmigo estaban adelante; atrás venían seres mitad hombre mitad lobos. No aullaban, no emitían ningún sonido. Tampoco me miraban, parecían que todos asistíamos a un funeral. Desee que no fuera el mío, error fatal. Se acercó de pronto un perro, me lamía las pantorrillas con pena y con gesto de desilusión. El perro era pequeño, blanco, largo, con "ojos mirada de papel" (frase robada o parafraseada -no recuerdo bien- de una canción del flaco Spinetta -el mejor rockero en lengua española, sin dudas) y pelo detrás de los muslos como flequillos de una casaca -cazadora, en peninsular- hippie. Cambió, además, a un gesto sonriente en el hocico, similar al que suelen tener los seres humanos que creen ser felices. Me seguía mirando y me acompañó. Ya no me sentía solo. Me dijo que se llamaba Yoshi, se quedó mudo el resto del camino.

De pronto, regresé al salón donde estábamos, vi al chamán, escuché atentamente los ícaros, se convirtieron en  haces de luz sobre el que navegaba el resto de personas que estaban en la ceremonia. Algunas de ellas cambiaban de forma (se convertían en peces, animales prehistóricos, reptiles) pero regresaban siempre a la propia; otras cambiaban de material de composición (se hacían de arena, de fuego, de viento). Se me acercó el chamán y me dijo "ve al baño, debes vomitar lo antes posible para que puedas regresar del viaje en algún momento". Me paré, fui al baño y no pude vomitar ni cagar. Entonces, escuché ruidos insoportables en mi cabeza, sentía que me volvía loco y que primero me convertía en sonido, pero poco a poco en silencio. Una voz me dijo que si mutaba en silencio, moría. Salí asustado del baño. Me senté en mi lugar y grité por auxilio. Se acercaron el chamán y dos personas más. Me abrazaron ellas dos y el chamán me cantó un ícaro; viajé por distancias siderales de mi propio cuerpo, por mis venas, mis arterias, mis músculos y mis tejidos. Es más, vi toda mi fisiología. Vi mi hígado hecho mierda, mi corazón herido y mis pulmones destruidos. Salí por mi propia boca y vi mi funeral. Mis padres lloraban, mi novia se lamentaba, no había amigos y solo Yoshi me miraba (no me veía, me miraba) con felicidad.

El chamán cantó más fuerte y me sacó del trance. Me dijo "ya no permitas que los efectos de la planta entren en ti que hoy puede ser peligroso". Me recosté, pero cuando volvió a cantar regresé a la montaña por donde transitaba al inicio del viaje, pero esta vez había un muro gigante por el que todos saltaban y lo pasaban. Yoshi regresó del otro lado del muro y me prometió quedarse conmigo. Lloré y me sentí el ser más impotente de la Tierra y, en ese momento, acabó el viaje. Todos sonreían, menos yo. Se me acercó el chamán por segunda vez y me dijo "hoy has sido muy valiente, te pudo pasar algo muy malo"; no sé si se refería quizá a la muerte. Fui para casa temblando y aterrorizado con la intención de nunca más tomar la planta. No recuerdo como llegué a mi cama. No pude salir de mi cuarto durante cuatro días. Los meses siguiente fueron terribles. Me sentía el ser más limitado del mundo y la creencia la convertía en realidad, ya que se repetía como un mantra en mi cabeza. A los dos años, mientras caminaba con mi novia por el centro de Lima vi un perro en estas tiendas donde los maltratan, lo compramos, ya que vi en el perro mi tristeza. Luego de un año, en una tarde de junio (en mi cumpleaños precisamente) me di cuenta de que ese perro era Yoshi. Era idéntico al de la visión y recién me percataba de aquello. Tenía la misma mirada y la misma ternura para acercarse y hacerme dar cuenta de que no era un inútil. Puedo afirmar con toda certeza que Yoshi me erradicó progresivamente ese residuo tóxico que había quedado en mi mente luego de esa sesión de ayahuasca. "Yoshi viajero ayahuasquero" era "Yoshi realidad". Yoshi aún vive en Lima y es el ser al que más amo, he amado y, creo, amaré.

Postdata: las últimas dos líneas de este texto no pueden ser leídas por mi madre ni por mi padre, ya que, aunque sospechan la idea, seguro se ofenderían al verla afirmada.


5 comentarios:

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  2. Esas experiencias tuyas tan llenas de emotividad. Definitivamente la interrelación con la planta marca un punto de quiebre perceptivo, cognitivo y emocional. Si bien no se puede racionalizar con ni a la planta se requiere primero un desprendimiento de ciertos prejuicios sobre la misma y luego curiosidad sobre lo que uno dejará para ganar un enfrentamiento con los propios temores.

    En mi caso la avalancha de información brindada por la planta me hizo quedarme casi inmóvil, sin embargo fue amable. Fueron impactantes las visiones y sonidos pero más el ver a los compañeros en su primera forma humana. Pienso que a pesar de lo terrorífico que pueda llegar a ser en algunos casos, cualquier persona que ame la vida debe considerar al menos una vez incluir a la planta en la suya.

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  3. Tienes razón Iván, toda experiencia donde se siente la muerte trata de la vida. Además, como sugieres, la experiencia con la planta es distinta con cada persona; por eso, también es mágica. Me encanta que la planta nos ayude a quitarnos todas esas capas de discursos racionales que solo nos engañan sobre nuestra identidad.

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  4. Interesante articulo amigo gato, la experiencia del,ayahuasca es subjetiva, aborda el mundo interior de cada persona , proyecta su mundo, sus miedos sus anhelos sus deseos

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    1. Yo creo que es una experiencia por la que debe pasarse en la vida, es, creo, un simulacro de la muerte con posibilidades de regreso, y eso es fascinante.

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